En el diseño de esta vivienda familiar, la intervención se fundamenta en recuperar la parte histórica del inmueble para conformar un nuevo hábitat doméstico, sostenible y hospitalario, con elementos esculturales que responden al análisis del entorno. El edificio se concibe como una vasija capaz de contener una porción de vegetación perdida en la ciudad, extendiendo un manto vegetal a lo largo de varios planos ajardinados.
La anterior compartimentación se sustituye por espacios más diáfanos donde la naturaleza se funde con el carácter histórico de la primera crujía y con la contemporaneidad de las siguientes dos piezas de volúmenes nítidos, concebidos como contenedores de aire y luz. Para ello se diluye el primer muro interno con un largo cargadero que sostiene el forjado de madera y se cierran los nuevos patios con pieles transparentes que difuminan sus límites.
La alternancia de vacíos y crujías, junto a la doble fachada Norte-Sur, favorece la ventilación cruzada y el soleamiento, optimizando la eficiencia energética. Mientras que la vegetación caducifolia permite filtrar y atemperar el clima local, introduciendo variaciones naturales de luces y matices en la vivienda urbana.